jueves, 3 de junio de 2010

El Hombre Metalico

EL HOMBRE METALICO

Autor: MARO

Una pirámide dorada, sin escaleras rematada por una cúpula cilíndrica, de casi 30 metros, no hay manera de subir a la cúspide y junto a ella otras dos más pequeñas. El piso brillante que refleja todo, parece un enorme espejo. 

El cielo rojizo con nubosidades grises que de vez en cuando envuelven a una luna llena. Extrañas esferas reflejan el entorno que giran a la deriva en el aire. A lo lejos un relinchar llama mi atención, enfoco mi mirada y alcanzo a visualizar una silueta que poco a poco se va acercando. Al estar más cerca, pude ver la figura de un jinete de resplandores, al momento escuche el sonido de un cilindro musical que acompaña los pasos del caballo. 

Tuve una sensación visual extraña, pareciera que desde varios ángulos podía ver al caballo y su jinete, desde arriba, desde abajo, por atrás, por delante, en cámara lenta, en cámara rápida, en circulo, a veces parecía que yo tomaba la visión del jinete y veía frente a mí a un indígena retador iluminado por un extraño reflector que lo visualizaba en un circulo perfecto, incluso podía sentir la crin del animal, y lo pesado de una armadura metálica y una espada sostenida con firmeza en la mano. De repente me veía como sacado de la escena y divisaba a los dos hombres desde lo alto como un espectador. Tenia la rara sensación de estar en tres lugares a la vez, de repente el don de la ubicuidad me permitía ver a un indígena que con gesto decidido veía a su contrincante acercarse más y más y podía estar en el lugar del hombre metálico, que amenazante y lleno de odio se acercaba al indígena y podía estar fuera de la escena visualizando desde cualquier punto el enfrentamiento. 

Expectante vi como en cámara lenta el hombre metálico saco su enorme espada y con gesto decidido se abalanzo sobre el indígena quien ante el ataque relampagueante del jinete y su caballo no pudo esquivar el golpe mortal a pesar de su escudo y valentía, su cabeza salió desprendida rodando por el piso de cristal dejando una estela de sangre. Al alejarse el jinete con su caballo victorioso, nunca volteo atrás por lo que no pudo darse cuenta y menos se imagino que el indígena seguía en pie observando la escena.

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